Por medio de la oración
personal y familiar, podemos sentir la influencia del Padre Celestial en
nuestra vida y en nuestro hogar.
DE LA VIDA DE GEORGE
ALBERT SMITH
La oración era una parte
importante del hogar donde creció George Albert Smith. “Cada miembro de la
familia hacía sus oraciones personales y familiares” dijo él. “Aprendí a tierna
edad que el Señor contestaría las oraciones porque contestaba las mías, y de
muchas formas me manifestaba que velaba por mí”1.
Aun hacia el final de su
vida, el presidente Smith recordaba con cariño cómo su madre, Sarah Farr Smith,
le había enseñado a orar:
“Una madre Santo de los
Últimos Días me enseñó en su regazo. Una de las primeras cosas que recuerdo fue
cuando me tomó de la mano y me llevó al piso de arriba. En el cuarto había dos
camas: la de mis padres y una cama nido [marinera] del otro lado. Lo recuerdo
como si fuera ayer. Cuando llegamos al piso de arriba, ella se sentó junto a mi
cama nido y me pidió que me arrodillara frente a ella. Me cruzó las manos, las
tomó entre las suyas, y me enseñó mi primera oración. Nunca lo olvidaré. No
quiero olvidarlo. Es uno de los más bellos recuerdos que tengo en la vida: una
madre angelical sentada al lado de mi cama enseñándome a orar.
“Fue una oración tan
sencilla, pero… esa oración me abrió las ventanas del cielo y me extendió la
mano de mi Padre Celestial, porque ella me había explicado, hasta donde podía
entender un niño pequeño, lo que eso significaba. Desde aquel día hasta ahora,
tiempo en que he recorrido más de un millón de kilómetros en el mundo visitando
a los hijos de nuestro Padre, todos los días, de mañana y de noche, dondequiera
que he estado, al irme a acostar o al levantarme de la cama, me he sentido
cerca de mi Padre Celestial. Él no está muy lejos”2.
En el transcurso de su
vida, el presidente Smith dependió de la oración no sólo como medio para
acercarse más a Dios, sino también para pedirle ayuda en sus momentos de
necesidad. Un día, mientras nadaba en el Océano Pacífico en las playas de
California, tuvo la siguiente experiencia:
“Se me consideraba un
buen nadador, y me gustaba mucho la natación. Ese día había marea muy alta y
corriente muy fuerte. Al dejar la playa y nadar mar adentro, me sumergí debajo
de las olas grandes, y éstas rompían por encima de mí. Mi objetivo era llegar a
las grandes olas que no rompían, donde podría acostarme boca arriba y subir y
bajar con el movimiento de las olas.
“Mientras participaba
en ese encantador deporte, después de sumergirme bajo una ola, otra ola
gigantesca hizo cresta y rompió antes de que pudiera enderezarme. La segunda
ola me atrapó y me arrojó al fondo del océano. Sentía cómo la resaca me llevaba
mar adentro. En ese momento llegaron muchas olas una tras otra y no podía
enderezarme antes de sumergirme bajo la siguiente. Me di cuenta de que mis
fuerzas flaqueaban rápidamente, y creí necesario buscar algún tipo de ayuda. Al
subir sobre la cresta de una ola enorme, vi los postes de un muelle, y pensé
que, si lograba hacer un esfuerzo sobrehumano, podría llegar hasta la seguridad
de esos postes y salvar mi vida.
“En silencio rogué a mi
Padre Celestial que me diera las fuerzas necesarias para lograr mi objetivo.
Cuando las olas me llevaron cerca del muelle, extendí el brazo y abracé uno de
los postes. Estaban cubiertos de percebes azul marino y, al colocar los brazos
y las piernas alrededor de la seguridad que me ofrecía el poste, el caparazón
de los percebes me cortaba el pecho, las piernas y los muslos. Me aferré hasta
que ya no podía soportar el dolor, y esperé una ola que no rompiera para
echarme sobre ella y dejar que me arrastrara hacia un poste más cerca de la
playa. Cada vez, con una oración en el corazón, hacía el esfuerzo de viajar de
un poste a otro con la ayuda de esas olas.
“Lentamente, pero sin
interrupción, y con gran dificultad, me acerqué a la orilla donde había aguas
menos profundas y pude pararme y caminar hasta la playa. Cuando alcancé la
seguridad de la cálida arena, caí agotado. Estaba casi ahogado y tan débil que
para caminar a casa tuve que descansar un tiempo. Acostado sobre la arena, con
su calor y seguridad, pensé en la angustiosa experiencia que acababa de vivir y
mi corazón se llenó de gratitud y humildad al Señor por… salvarme la vida”3.
[Véase la sugerencia 1 en la página 103.]
LA ORACIÓN NOS PERMITE
HABLAR CON NUESTRO PADRE CELESTIAL COMO SI ÉL ESTUVIERA PRESENTE.
En estos tiempos de
tensión e incertidumbre, es una bendición maravillosa el sentir la seguridad de
la guía divina y el tener fe absoluta en un Dios personal que se interesa en
nosotros y que escucha y contesta nuestras oraciones 4.
Hace algunos años…
escuché de [un] huerfanito de nueve años al que llevaron apresuradamente al
hospital. Tras el examen médico, se determinó que se le debía someter a cirugía
inmediatamente. Había estado viviendo con amigos que le habían ofrecido su
hogar. Sus padres (cuando vivían) le habían enseñado a orar, y entonces, cuando
llegó al hospital, quería la ayuda del Señor.
Los doctores decidieron
tener una conferencia de médicos. Cuando el niño llegó al quirófano, miró
alrededor y vio a las enfermeras y a los doctores que habían participado en esa
conferencia sobre su caso. Él sabía que estaba grave, y le dijo a uno de ellos,
mientras se preparaban para darle la anestesia: “Doctor, antes de comenzar la
cirugía, ¿podría orar por mí?”. El doctor, avergonzado, se excusó y dijo: “Yo
no puedo orar por ti”. El niño les pidió lo mismo a los demás doctores, pero el
resultado fue el mismo.
Finalmente, sucedió algo
asombroso; ese niño dijo: “Si ustedes no pueden orar por mí, por favor esperen
a que yo ore por mí mismo”.
Le quitaron la sábana y
se arrodilló sobre la mesa de operaciones, inclinó la cabeza y dijo: “Padre
Celestial, sólo soy un huérfano. Estoy muy enfermo. Por favor, sáname. Bendice
a estos hombres que me van a operar para que lo hagan bien. Si tú me sanas,
trataré de convertirme en un hombre bueno. Gracias, Padre Celestial, por
sanarme”.
Cuando terminó de orar,
se acostó. Los ojos de los doctores y de las enfermeras estaban llenos de
lágrimas. Entonces el niño dijo: “Estoy listo”.
Se realizó la cirugía.
El pequeño fue llevado de regreso a su cuarto, y en pocos días lo sacaron del
hospital, bien encaminado a una completa recuperación.
Unos días después, un
hombre que oyó sobre el incidente fue a la oficina de uno de los cirujanos y
dijo: “Hábleme de la cirugía que le realizó hace unos días a un niño”.
El cirujano dijo: “He
operado a varios niños”.
El hombre agregó: “Era
un niño que quería que alguien orara por él”.
El doctor dijo con gran
seriedad: “Sí, hubo un caso así, pero considero que quizás sea demasiado
sagrado como para hablar al respecto”.
El hombre dijo: “Doctor,
si usted me lo cuenta, lo trataré con respeto; me gustaría escucharlo”.
Entonces el doctor
relató la historia tal como yo la acabo de relatar, y luego agregó: “He
realizado cientos de cirugías, para hombres y mujeres que pensaban que tenían
la fe para ser sanados; pero nunca antes había sentido la presencia de Dios
como la sentí al lado de ese pequeño. Él abrió las ventanas de los cielos y habló
con su Padre Celestial como uno habla con otra persona cara a cara. Quiero
decirle que hoy soy mejor hombre por haber tenido esa experiencia de estar al
lado de ese niño y escucharlo hablar con su Padre Celestial como si Él
estuviera presente”5. [Véase la sugerencia 2 en la página 104.]
Vivamos de tal manera
que todas las noches y todas las mañanas, al inclinarnos a orar ante el Señor
en agradecimiento, tengamos en nuestro interior el poder para abrir los cielos
para que Dios escuche y conteste nuestras oraciones y sepamos que Él aprueba
nuestros hechos6.
Si vivimos cerca de
nuestro Padre Celestial, recibiremos la inspiración para saber por qué cosas
orar.
Mi padre, cuando era
joven, [casi] perdió la vida en el río de Provo… Su padre, que estaba en Salt Lake
City, sintió la impresión de ir a otro cuarto que había sido apartado para la
oración. Él… se arrodilló… y dijo: “Padre Celestial, siento que hay algo que
anda muy mal con mi familia en Provo. Tú sabes que no puedo estar aquí y a la
vez estar allí con ellos. Padre Celestial, por favor presérvalos y cuídalos…”.
En el mismo momento en
que él oraba, por lo que se ha podido comprobar al verificar la hora, mi padre
había caído al río. El río estaba crecido y arrastraba por el cañón troncos y
rocas que caían al agua, y él no podía hacer nada para salvarse. Los que
estaban cerca de él vieron que estaba en un aprieto, pero no lograban
alcanzarlo. La turbulencia del agua era tal que nadie podía soportarla.
Simplemente se quedaron allí parados, horrorizados. Papá estaba haciendo todo
lo posible por mantener la cabeza fuera del agua, pero ésta lo arrojaba para
arriba y para abajo y lo golpeaba contra piedras y troncos. De repente, una ola
lo levantó físicamente del agua y lo arrojó sobre la playa. Fue una respuesta
directa a la… oración7.
Debemos hacer nuestras
oraciones secretas. Debemos vivir tan cerca de nuestro Padre Celestial que,
cuando nos inclinemos ante Él, sepamos que lo que pedimos es aceptable para Él,
y si no se otorga tal como lo hemos pedido, sepamos que recibiremos la
bendición a la que tenemos derecho, y eso realmente será una bendición8. [Véase
la sugerencia 3 en la página 104.]
LA ORACIÓN ES UNA
INFLUENCIA PODEROSA EN NUESTRA VIDA PERSONAL, EN NUESTRO HOGAR Y EN NUESTRA
COMUNIDAD.
El Señor… nos ha explicado
cómo podemos recibir bendiciones por medio de la oración. Hay muchas personas
en el mundo que no se dan cuenta de los verdaderos beneficios de la oración. La
oración es un poder. Tiene una influencia que relativamente pocas personas
parecen entender…
… ¿Cuántas personas hay
en esta Iglesia que no sepan que tienen el derecho absoluto de orar a su Padre
que está en el cielo y pedirle que les quite la aflicción y los conduzca hacia
la felicidad y la satisfacción?9.
Es extraño que a un
Santo de los Últimos Días se le tenga que instar a hacer sus oraciones y, sin
embargo, hay personas que no oran en secreto ni tampoco hacen su oración
familiar. No obstante, si no oramos, perdemos la protección que ofrece esa
oración10. [Véase la sugerencia 4 en la página 104.]
Quiero recalcar esto:
Espero que los Santos de los Últimos Días no dejen de hacer sus oraciones,
tanto personales como familiares. Los niños que crecen en hogares en los que no
se hace la oración familiar y personal pierden mucho, y me temo que en medio de
la confusión, las prisas y el bullicio, muchas veces los hogares quedan sin
oración y sin las bendiciones del Señor; esos hogares no pueden seguir siendo
felices. Vivimos en una época en la que necesitamos a nuestro Padre Celestial
tanto como se le ha necesitado en cualquier otra época11.
No aparten de ustedes el
poder de Dios. Conserven en su hogar la influencia de la oración y del espíritu
de agradecimiento, y que su gratitud fluya hacia Aquél que es el autor de
nuestro ser y el dador de todo lo bueno12.
Que nuestros hogares
sean lugares donde perduren la oración, las gracias y la gratitud… Oremos por
los grandes hombres y mujeres del mundo que necesitan al Señor pero que no
entienden que Él se interesa en ellos. Oremos por… nuestros gobernadores, los
alcaldes de nuestras ciudades, los hombres que tienen influencia en la política
en nuestras diferentes comunidades, para que hagan lo que sea mejor para todos
nosotros y nos hagan más felices, y complazcan a nuestro Padre Celestial. Ése
es nuestro privilegio. Les digo que el poder de la oración es algo que no se
puede medir13.
LA ORACIÓN FAMILIAR
BRINDA UNIDAD A LA FAMILIA.
Nosotros [como
integrantes de una familia] no siempre vamos a tener la misma forma de ver las
cosas; los hombres no siempre razonarán igual que sus esposas y viceversa,
pero, si siempre oran juntos, con el verdadero deseo de estar unidos, puedo
decirles que estarán de acuerdo en todo lo que es importante.
Noté… una cartelera que
decía: “La familia que ora junta permanece junta”. No sé quién la puso allí,
pero quiero decir que, si piensan en esto un momento, sabrán que es verdad. Los
amonesto a que oren al Señor juntos, y con eso no quiero decir que simplemente
hagan oraciones, no quiero decir que… repitan algo una y otra vez, sino que
abran su alma al Señor como esposo y padre en el hogar, y que su esposa y los
hijos se unan a ustedes. Que participen. Entonces llegará al hogar una
influencia que se podrá sentir14.
Como uno al que el Señor
le ha pedido que enseñe, les suplico que pongan sus casas en orden. No den
demasiadas cosas por sentado. No sean llevados por las insensateces y las
debilidades del mundo. Protejan a su familia en toda forma posible. Únanla bajo
la influencia de la oración… ¡Qué gran poder tiene la oración para mantenernos
en el sendero a la vida eterna y encaminarnos al reino celestial!15. [Véase la
sugerencia 5 en la página 104.]
NOTAS
1. “Testimony of
Elder George Albert Smith”, Liahona: The Elders’ Journal, 2 de febrero de 1915,
pág. 501.
2. En Conference
Report, octubre de 1946, págs. 150–151.
3. “How My Life
Was Preserved”, Documentos de la familia de George Albert Smith, Universidad de
Utah, caja 121, álbum 1, páginas 45–46.
4. En Conference
Report, abril de 1931, pág. 31.
5. “A Story of
Two Boys”, Improvement Era, junio de 1949, pág. 365.
6. En Conference
Report, abril de 1942, pág. 17.
7. “Pres.
Smith’s Leadership Address”, Deseret News, 16 de febrero de 1946, sección de la
Iglesia, pág. 1.
8. En Conference
Report, octubre de 1934, pág. 51.
9. “Saints
Blessed”, Deseret News, 12 de noviembre de 1932, sección de la Iglesia, pág. 5.
10. En
Conference Report, abril de 1941, pág. 25.
11. Reunión del
sacerdocio, 4 de octubre de 1947, Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt
Lake City.
12. “Pres.
Smith’s Leadership Address”, pág. 6.
13. En
Conference Report, abril de 1948, págs. 163–164.
14. En
Conference Report, abril de 1949, pág. 190.
15. En
Conference Report, abril de 1933, pág. 72.
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