sábado, 31 de mayo de 2014

ÉL SANA A LOS QUE ESTÁN CARGADOS





Élder Dallin H. Oaks Del Quórum de los Doce Apóstoles
   
  El poder sanador del Señor Jesucristo… está a nuestro alcance para toda aflicción de la vida terrenal.El Salvador dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).

Muchas personas llevan cargas pesadas. Algunas han perdido a un ser querido o deben cuidar de un discapacitado; algunas han sufrido un divorcio; otras ansían un matrimonio eterno; algunas se encuentran atrapadas en las garras de las sustancias o prácticas adictivas como el alcohol, el tabaco, las drogas o la pornografía; otras tienen severas discapacidades físicas o mentales. Algunas se enfrentan a la atracción hacia personas del mismo sexo; otras experimentan terribles sentimientos de depresión o ineptitud. De una manera u otra, muchos llevan pesadas cargas.
Nuestro Salvador nos extiende a todos esta amorosa invitación:
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; “porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28–30).
Las Escrituras contienen innumerables relatos donde el Salvador sanó a los que llevaban cargas pesadas; Él hizo que el ciego viera, que el sordo oyera; que el paralítico, el atrofiado o el mutilado fuesen restablecidos; que los leprosos fuesen limpiados y que los espíritus inmundos fuesen echados. Con frecuencia leemos que la persona a la que se curó de esas dolencias físicas era “sanada” (véanse, Mateo 14:36, 15:28; Marcos 6:56; 10:52; Lucas 17:19; Juan 5:9).
Jesús sanó a muchas personas de enfermedades físicas, pero no negó la curación a aquellos que buscaban ser “sanados” de otros padecimientos. Mateo escribe que Cristo sanaba toda enfermedad y toda dolencia entre los del pueblo (véase Mateo 4:23; 9:35). Las multitudes lo seguían y Él “sanaba a todos” (Mateo 12:15). Esas curaciones ciertamente incluían a aquellos cuyas enfermedades eran emocionales, mentales o espirituales. Él los sanaba a todos.
En uno de sus primeros sermones en la sinagoga, Jesús leyó en voz alta de esta profecía de Isaías: “…Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos…” (Lucas 4:18). Al declarar que había venido a cumplir esa profecía, Jesús afirmó, específicamente, que curaría a los que tuviesen dolencias físicas y que también liberaría a los cautivos y a los oprimidos, y que sanaría a los desconsolados.
El Evangelio según Lucas contiene muchos ejemplos de ese ministerio. Relata la ocasión en que “se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades” (Lucas 5:15). En otras oportunidades, indica que Jesús “sanó a muchos de enfermedades” (Lucas 7:21) y que “sanaba a los que necesitaban ser curados” (Lucas 9:11). También describe cómo una gran multitud de personas de Judea, de Jerusalén y de la costa de Sidón vino a un lugar llano “para oírle y para ser sanados” (Lucas 6:17).
Cuando el Salvador se apareció a los justos en el Nuevo Mundo, pidió que se le acercaran los cojos, los ciegos o los que tuviesen otras dolencias físicas. Extendió la misma invitación a los que “[estuvieran] afligidos de manera alguna” (3 Nefi 17:7). “Traedlos aquí y yo los sanaré”, dijo (versículo 7). El Libro de Mormón relata cómo la multitud se acercó con “todos los que padecían cualquier aflicción” (versículo 9). En ese grupo debió haber personas con todas las variedades de aflicciones físicas, emocionales o mentales y en la Escritura se testifica que Jesús “los sanaba a todos” (versículo 9).
El Salvador nos enseña que en el mundo tendremos tribulación, pero que debemos confiar, ya que Él ha “vencido al mundo” (Juan 16:33). Su expiación es lo suficientemente poderosa no sólo para abarcar y pagar el precio del pecado, sino también para sanar toda aflicción terrenal. En el Libro de Mormón se enseña que: “…él saldrá, sufriendo dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases; y esto para que se cumpla la palabra que dice: Tomará sobre sí los dolores y las enfermedades de su pueblo” (Alma 7:11; véase también 2 Nefi 9:21).
Él conoce nuestras angustias y está allí para ayudarnos. Al igual que el buen samaritano de Su parábola, cuando nos halla heridos al costado del camino, Él venda nuestras heridas y cuida de nosotros (véase Lucas 10:34). Hermanos y hermanas, el poder sanador de Su expiación es para ustedes, para nosotros, para todos.
Su poder sanador, que todo lo abarca, se invoca en las palabras de súplica de nuestro himno “Paz, cálmense”:
Cristo, con grandes angustias
inclino ante Ti mi faz.
Dolores mi alma acongojan.
Oh mándame tu solaz.
Olas de males me cubren,
vénceme su furor,
y perezco, perezco, oh Cristo.
Oh sálvame del dolor.
(Himnos, Nº 54).

Podemos ser sanados por medio de la autoridad del Sacerdocio de Melquisedec. Jesús confirió a Sus Doce Apóstoles poder “para sanar toda enfermedad y toda dolencia” (Mateo 10:1; véanse también Marcos 3:15; Lucas 9:1–2), y ellos salieron “anunciando el evangelio y sanando por todas partes” (Lucas 9:6; véanse también Marcos 6:13; Hechos 5:16). Los Setenta también fueron enviados con poder y dirección para sanar a los enfermos (véanse Lucas 10:9; Hechos 8:6–7).
Aunque el Salvador podía sanar a todos los que quisiera sanar, ése no es el caso de los que poseen la autoridad del sacerdocio. La voluntad de Aquél a quien pertenece el sacerdocio limita el ejercicio de tal autoridad por parte de los mortales. Por lo tanto, se nos indica que algunas personas a las que los élderes dan una bendición no sanan debido a que están “señalad[as] para morir” (véase D. y C. 42:48). De manera similar, cuando el apóstol Pablo deseó ser sanado del “aguijón en la carne” que lo abofeteaba (2 Corintios 12:7), el Señor rehusó curarlo. Pablo escribió más adelante que el Señor le explicó: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (versículo 9). Pablo respondió obedientemente: “…de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo… porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (versículos 9–10).
Las bendiciones para sanar vienen de muchas maneras, cada una adaptada a nuestras necesidades individuales, que son conocidas para Él, quien más nos ama. A veces “la curación” sana nuestras enfermedades o levanta nuestras cargas; pero, otras veces se nos “sana” al otorgársenos fortaleza, comprensión o paciencia para soportar las cargas que llevamos.
El pueblo de Alma se hallaba bajo el yugo de opresores inicuos. Cuando oraron para ser liberados, el Señor les dijo que con el tiempo los libraría, pero, mientras tanto, les aliviaría las cargas “de manera que no podréis sentirlas sobre vuestras espaldas, mientras estéis en servidumbre; y esto haré yo para que me seáis testigos… que yo, el Señor Dios, visito a mi pueblo en sus aflicciones” (Mosíah 24:14). En ese caso, al pueblo no se le quitaron las cargas, sino que el Señor los fortaleció “de modo que pudieron soportar sus cargas con facilidad, y se sometieron alegre y pacientemente a toda la voluntad del Señor” (versículo 15).
La misma promesa y el mismo efecto se aplica a ustedes, madres que son viudas o divorciadas, a las personas solteras que se sienten solas, a los que cuidan a otros y se sienten cansados; a los que tienen alguna adicción, y a todos nosotros, cualesquiera sea nuestra carga. “Venid a Cristo”, dice el profeta, “y perfeccionaos en él” (Moroni 10:32).
A veces tal vez nos desesperemos porque nuestras cargas son demasiado pesadas. Cuando parezca que la tormenta ruja en nuestra vida, quizás nos sintamos abandonados y clamemos como los discípulos durante la tempestad: “Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?” (Marcos 4:38). En momentos como esos, debemos recordar Su respuesta: “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?” (versículo 40).
El poder sanador del Señor Jesucristo, ya sea que quite nuestras cargas o nos fortalezca a fin de perseverar y vivir con ellas como lo hizo el apóstol Pablo, está a nuestro alcance para toda aflicción de la vida terrenal.
Después de hablar en una conferencia general sobre la maldad de la pornografía (véase “La pornografía”, Liahona, mayo de 2005, págs. 87–90), recibí muchas cartas de personas que llevaban la carga de esa adicción. Algunas de esas cartas eran de hombres que ya la habían superado. Uno de ellos escribió:
“Hay varias lecciones que he aprendido de la experiencia de salir de las tinieblas de un pecado tan adictivo que domina de manera tan absoluta la vida de los que atrapa. (1) Se trata de un problema grave que es increíblemente difícil de superar… (2) [La] fuente más importante de apoyo y de fortaleza en el proceso de arrepentimiento es el Salvador… (3) El estudio diario y profundo de las Escrituras, la asistencia frecuente al templo y la participación en la ordenanza de la Santa Cena de manera seria y contemplativa, son todas partes indispensables del proceso de un verdadero arrepentimiento. Supongo que esto se debe a que todas esas actividades sirven para aumentar y fortalecer nuestra relación con el Salvador, nuestra comprensión de Su sacrificio expiatorio y nuestra fe en Su poder curativo” (Carta del 24 de octubre de 2005).
“Venid a mí”, dijo el Salvador “…y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28–29). Ese hombre, que llevaba pesadas cargas, se volvió al Salvador, y también lo podemos hacer nosotros.
Una mujer, cuyo matrimonio se vio amenazado por la adicción que su esposo tenía por la pornografía, describió cómo lo ayudó durante cinco dolorosos años hasta que, como ella dijo: “Por medio del don de la gloriosa expiación de nuestro amado Salvador y de lo que Él me enseñó sobre el perdón, finalmente [mi esposo] es libre, y yo también”. Como alguien que no necesitaba ser limpia de pecado, sino que sólo buscaba la liberación del cautiverio de un ser amado, ella escribió este consejo:
“Estén en comunión con el Señor… ¡Él es su mejor amigo! Él conoce sus sufrimientos porque ya los ha sentido por ustedes. Él está presto a llevar esa carga. Confíen en Él lo suficiente como para poner la carga a Sus pies y permitir que la lleve. Entonces la paz de Él reemplazará su angustia, desde las profundidades mismas de su alma” (Carta del 18 de abril de 2005).
Un hombre le escribió a una Autoridad General sobre la forma en la que el poder de la Expiación lo ayudó con su problema de sentir atracción hacia personas del mismo sexo. Se le había excomulgado por serias transgresiones que infringían sus convenios del templo y las responsabilidades hacia sus hijos, tuvo que escoger entre intentar vivir el Evangelio o seguir en un curso contrario a sus enseñanzas.
“Sabía que sería difícil”, escribió él, “pero no me imaginaba por lo que tendría que pasar”. En la carta describe el vacío, la soledad y el increíble dolor que experimentó en lo profundo de su alma al tratar de regresar a la Iglesia. Oró fervientemente pidiendo perdón, a veces durante horas. Recibió fortaleza a través de la lectura de las Escrituras, de la compañía de un obispo amoroso y de bendiciones del sacerdocio; pero, lo que finalmente marcó la diferencia, fue la ayuda del Salvador. El hombre explicó:
“[Fue] sólo por medio de Él y de Su Expiación… Ahora siento una inmensa gratitud. A veces mis sufrimientos han sido casi más de lo que podía soportar, y aún así, tan pequeños comparados con lo que Él sufrió. Donde antes había tinieblas en mi vida, ahora hay amor y gratitud”.
Agrega: “Algunas personas dicen que es posible cambiar y que la terapia es la única respuesta. Saben mucho sobre el tema y pueden ayudar mucho a los que luchan con ese problema…, sin embargo, me temo que olvidan incluir a nuestro Padre Celestial en el proceso. Si va a suceder un cambio, sucederá de acuerdo con la voluntad de Dios. También me preocupa que muchas personas se concentren en las causas de la atracción hacia personas del mismo sexo… No hay necesidad de determinar por qué tengo esa debilidad. Desconozco si nací con ella o si hubo factores ambientales que contribuyeron a ello; el hecho es que tengo este problema en mi vida y lo que importa es lo que haga con él de aquí en adelante” (Carta del 25 de marzo de 2005).

Las personas que escribieron estas cartas saben que la expiación de Jesucristo y el remedio que brinda hacen mucho más que proporcionarnos la oportunidad de arrepentirnos de nuestros pecados. La Expiación también nos da la fortaleza para soportar “dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases”, ya que nuestro Salvador también tomó sobre sí “los dolores y las enfermedades de su pueblo” (Alma 7:11). Hermanos y hermanas, si su fe, sus oraciones y el poder del sacerdocio no los sanan de las aflicciones, el poder de la Expiación con seguridad les dará la fortaleza para sobrellevar la carga.

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados”, dijo el Salvador, “y yo os [daré]… descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28–29).

Al enfrentarnos con los desafíos de la vida terrenal, ruego por cada uno de nosotros, como el profeta Mormón oró por su hijo Moroni, que “Cristo [los] anime, y sus padecimientos y muerte… y su misericordia y longanimidad, y la esperanza de su gloria y de la vida eterna, reposen en [su] mente para siempre” (Moroni 9:25).
Testifico de Jesucristo, nuestro Salvador, que nos invita a todos venir a Él y a ser perfeccionados en Él. Jesús vendará nuestras heridas y sanará a los que se hallan con pesadas cargas. En el nombre de Jesucristo. Amén.

miércoles, 21 de mayo de 2014

SÉ EJEMPLO DE LOS CREYENTES

Del Quórum de los Doce Apóstoles

 Ya seamos misioneros de tiempo completo o miembros, todos debemos ser buenos ejemplos de los creyentes en Jesucristo.
Mis amados hermanos, esta noche estamos reunidos en muchos lugares del mundo. Entre nosotros hay maravillosos misioneros de tiempo completo. Quisiera invitar a todos los misioneros de tiempo completo a ponerse de pie. Donde sea que estén, élderes y presidencias de misión, pónganse de pie. ¡Estamos agradecidos por cada uno de ustedes! Les damos gracias! ¡Los amamos! Tomen asiento.
De vez en cuando, debemos recordar por qué tenemos misioneros. Se debe a que es un mandamiento del Señor, quien dijo:
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo1.
Este mandamiento es uno de los muchos que se han renovado porque el evangelio de Jesucristo se ha restaurado en su plenitud. Hoy los misioneros sirven como lo hicieron en la época del Nuevo Testamento. En el libro de Hechos se describen los primeros esfuerzos misionales de los apóstoles y de otros discípulos tras el ministerio mortal del Señor. Allí leemos sobre la extraordinaria conversión y el bautismo de Saulo de Tarso2, quien anteriormente había estado “respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor”3 y persiguiendo a miembros de la joven Iglesia. Desde esos comienzos, Saulo pasó a ser el Pablo convertido, uno de los más extraordinarios misioneros del Señor. Los últimos quince capítulos del libro de Hechos tratan sobre las labores misionales de Pablo y sus compañeros.
En una carta dirigida a uno de sus compañeros más confiables, Pablo le escribió al joven Timoteo: “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes, en palabra, en conducta, en amor, en espíritu, en fe y en pureza4. Ese consejo es tan válido para nosotros ahora como lo fue entonces. Se aplica a nuestros misioneros de tiempo completo y se aplica igualmente a cada miembro de la Iglesia. Ya seamos misioneros de tiempo completo o miembros, todos debemos ser buenos ejemplos de los creyentes en Jesucristo. 
Misioneros de tiempo completo
Los misioneros de tiempo completo, más de 52.000, sirven en 340 misiones en todo el mundo. Son siervos creyentes y dedicados del Señor. Su objetivo es “invitar a las personas a venir a Cristo a fin de que reciban el Evangelio restaurado mediante la fe en Jesucristo y Su expiación, el arrepentimiento, el bautismo, la recepción del don del Espíritu Santo y el perseverar hasta el fin”5.
Al igual que Timoteo, la mayoría de los misioneros de tiempo completo son varones jóvenes. Hay algunas hermanas y algunos misioneros mayores. ¡Los amamos a cada uno! Los misioneros sirven a fin de mejorar la vida de los hijos de Dios. El Padre Celestial ama a cada uno de Sus hijos. Después de todo, Él es su Padre. Él desea bendecirlos con el mayor de todos Sus dones: la vida eterna6. Esto enseñan los misioneros dondequiera que sirvan. Ayudan a las personas a desarrollar fe en el Señor, arrepentirse, bautizarse, recibir el Espíritu Santo, recibir las ordenanzas del templo y perseverar fielmente hasta el fin. La obra y la gloria de Dios de “Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”7, es también la sagrada obra y gloria de cada misionero.
Necesitamos más misioneros, más misioneros dignos. Durante Su ministerio terrenal, el Señor dijo a Sus discípulos: “La mies a la verdad es mucha, pero los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies8.
En la sesión de la conferencia general de esta mañana, nuestro amado presidente Thomas S. Monson hizo un vehemente llamado para que cada varón joven de la Iglesia se prepare para el servicio misional. Tengo la esperanza de que en cada hogar de la Iglesia se haga caso de este mensaje en su totalidad.
Al sabio consejo del presidente Monson agrego mi testimonio. En mi familia, he observado las bendiciones que llegan a cada misionero. Hasta ahora, el número de hijos, nietos y sus cónyuges llamados a servir como misioneros de tiempo completo es 49, y ese número seguirá aumentando. En cada caso, he visto el aumento de sabiduría, madurez de juicio y florecimiento de fe que creció en cada misionero. Ellos, al igual que muchas generaciones que los precedieron, se embarcaron en el servicio de Dios para “serv[irle] con todo [su] corazón, alma, mente y fuerzas”9. El servicio misional ha ayudado a dar forma a su destino divino. 
Los miembros misioneros
El consejo de Pablo, “Sé ejemplo de los creyentes”, se aplica también a los miembros. La mayoría no han sido misioneros de tiempo completo, y quizá nunca sean, pero todos pueden ser miembros misioneros. Esa declaración me recuerda algo gracioso que me contaron. En un gran campo deportivo de un centro de capacitación misional habían colocado un cartel que decía: “¡Sólo misioneros!”. Personas que también querían usar el campo colocaron su propio cartel que decía: “¡Todo miembro un misionero!”.
Todo miembro puede ser ejemplo de los creyentes. Hermanos, como seguidores de Jesucristo, cada uno de ustedes puede vivir de acuerdo con las enseñanzas de Él. Pueden tener “un corazón puro y manos limpias”; pueden tener “la imagen de Dios grabada en [su semblante]10. Sus buenas obras serán evidentes para los demás11. La luz del Señor iluminará sus ojos12. Con ese resplandor, será mejor que se preparen para las preguntas. El apóstol Pablo aconsejó: “Estad siempre preparados para responder con mansedumbre y reverencia a cada uno que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros13.
Sea su respuesta cálida y alegre, y procuren que su respuesta se aplique a esa persona. Recuerden que él o ella es también hijo o hija de Dios, el mismo Dios que tanto desea que esa persona sea digna de la vida eterna y de regresar a Él algún día. Quizá ustedes sean los que abrirán la puerta para la salvación de ellos y su comprensión de la doctrina de Cristo14.
Tras su primera respuesta, estén preparados para el siguiente paso. Pueden invitar a su amigo a ir a la capilla con ustedes. Muchos de sus amigos no saben que son bienvenidos en nuestros edificios de la Iglesia. “Venid y ved” fue la invitación del Señor a quienes deseaban saber más de Él15. Una invitación a asistir a una reunión dominical con ustedes, o a participar en una actividad social o de servicio de la Iglesia, ayudará a disipar mitos erróneos y hará que los visitantes se sientan más cómodos entre nosotros.
Como miembros de la Iglesia, tiendan una mano de amistad hacia quienes no conozcan y denles una cálida bienvenida. Cada domingo, extiendan una mano de hermandad por lo menos hacia una persona que antes no conocían. Cada día, esfuércense por ampliar su círculo de amistades.
Pueden invitar a un amigo a leer el Libro de Mormón. Expliquen que no es una novela ni un libro de historia; es otro testamento de Jesucristo. Su objetivo mismo es “convencer al judío y al gentil de que Jesús es el Cristo, el Eterno Dios, que se manifiesta a sí mismo a todas las naciones16 . Este libro tiene un poder que puede llegar al corazón y edificar la vida de aquellos que sinceramente buscan la verdad. Inviten a su amigo a leerlo con oración.
El profeta José Smith dijo “que el Libro de Mormón era el más correcto de todos los libros sobre la tierra, y la clave de nuestra religión; y que un hombre se acercaría más a Dios al seguir sus preceptos que los de cualquier otro libro17. El Libro de Mormón enseña sobre la expiación de Jesucristo y es el instrumento por el cual Dios cumplirá Su antigua promesa de reunir al Israel disperso en estos últimos días18.
Hace muchos años, dos colegas —una enfermera y su esposo que era médico— me preguntaron por qué vivía como lo hacía. Respondí: “Porque sé que el Libro de Mormón es verdadero”. Les presté mi ejemplar del libro y los invité a leerlo. Una semana después me devolvieron mi libro con un cortés “muchas gracias”.
Yo contesté: “ ‘¿Qué quieren decir con: Muchas gracias’? Ésa es una respuesta absolutamente inapropiada para alguien que ha leído este libro. ¡Ustedes no lo leyeron!, ¿verdad? Por favor, llévenlo de nuevo y léanlo; después me gustaría que me lo devolvieran”.
Admitieron que sólo habían dado vuelta las páginas y aceptaron mi invitación. Al regresar, entre lágrimas, dijeron: “Hemos leído el Libro de Mormón. ¡Sabemos que es verdad! Queremos saber más”. Aprendieron más y tuve el privilegio de bautizarlos a los dos.
Otra manera de compartir el Evangelio es invitar amigos a reunirse con los misioneros en la casa de ustedes. A ellos se los llama y prepara para enseñar el Evangelio. Los amigos de ustedes, en la comodidad de su casa y con su apoyo constante, pueden emprender el camino hacia la salvación y la exaltación. El Señor dijo: “Y sois llamados para efectuar el recogimiento de mis escogidos; porque éstos escuchan mi voz y no endurecen su corazón19.
Las Escrituras nos dicen que “todavía hay muchos en la tierra… que… no llegan a la verdad sólo porque no saben dónde hallarla20. ¿No es esa su oportunidad? ¡Ustedes pueden convertirse para ellos en discípulos de descubrimiento!
En esta época de internet, hay muchos modos nuevos y emocionantes de hacer la obra misional. Pueden invitar a amigos y vecinos a visitar el nuevo sitio de mormon.org. Si tienen blogs o redes sociales de internet, pueden colocar enlaces a mormon.org. Y allí pueden crear su propio perfil. En el perfil se expresan las creencias, se incluye una experiencia y el testimonio. Gracias a esta nueva función, la mayoría de estos perfiles están disponibles en inglés. Más adelante se incluirán perfiles en otros idiomas.
Estos perfiles pueden tener una gran influencia para bien. Hace dos meses, un joven llamado Zac, que recién empieza la universidad, vio un aviso de mormon.org en la televisión, en Baton Rouge, Luisiana. Se conectó al sitio y le llamaron la atención los perfiles de miembros de la Iglesia. En el sitio web encontró un enlace que le informaba a qué capilla podía ir. El siguiente domingo, de camisa blanca y corbata, fue a la capilla, le presentaron a los miembros del barrio y disfrutó de las tres horas de las reuniones. Lo invitaron a cenar a la casa de un miembro, tras lo cual tuvo su primera lección misional. En menos de dos semanas fue bautizado y confirmado miembro de la Iglesia21. ¡Bienvenido, Zac! (Él está escuchando.)
Cada seguidor ejemplar de Jesucristo puede ser un miembro misionero eficaz. Los miembros y los misioneros pueden trabajar juntos y llevar las bendiciones del Evangelio a queridos amigos y vecinos. Muchos de ellos son de Israel, que ya se está recogiendo como se prometió. Todo esto es parte de la preparación para la segunda venida del Señor22. Él desea que cada uno de nosotros sea un verdadero ejemplo de los creyentes.
Sé que Dios vive. Jesús es el Cristo. Ésta es Su Iglesia. El Libro de Mormón es verdadero. José Smith lo tradujo y es el profeta de esta última dispensación. El presidente Thomas S. Monson es el profeta de Dios en la actualidad. De esto testifico, en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.


https://www.lds.org/general-conference/2010/10/be-thou-an-example-of-the-believers?lang=spa#watch=video,
  
 NOTAS

1.  Mateo 28:19–20.
  2. Véase Hechos 9:3–18.
  3.  Hechos 9:1.
  4.  1 Timoteo 4:12; cursiva agregada.
  5.  Predicad Mi Evangelio: Una guía para el servicio misional, 2004, pág. 2.
  6. Véase Doctrina y Convenios 14:7.
  7.  Moisés 1:39.
  8.  Lucas 10:2. 
  9.  Doctrina y Convenios 4:2.
  10.  Alma 5:19.
  11. Véase Mateo 5:16; Alma 7:24.
  12. Véase Doctrina y Convenios 81:11.
  13.  1 Pedro 3:15. 
  14. Véase 2 Nefi 31:2, 21.
  15.  Juan 1:39. Para esta estructura, véase también Apocalipsis 6:1, 3, 5, 7.
  16. Portada del Libro de Mormón.
  17. Introducción al Libro de Mormón
  18. Véase 3 Nefi 21:1–7. Adviértase que estos siete versículos forman una frase.
  19.  Doctrina y Convenios 29:7. 
  20.  Doctrina y Convenios 123:12.

  21. Comunicación personal de William G. Woods, Presidente de la Misión Luisiana Baton Rouge.
  22. Véase Malaquías 4:5; 3 Nefi 25:5; Doctrina y Convenios 2:1; 110:14–16; 128:17; 138:46; José Smith—Historia 1:38.

martes, 6 de mayo de 2014

LLEGAR A SER UN MISIONERO SEGÚN PREDICAD MI EVANGELIO


Adaptado de un discurso pronunciado en el Centro de Capacitación Misional de Provo, el 24 de Junio de 2011


David A. Bednar
Pueden hacerlo! El Señor a quien representan y sirven sabe 

que pueden hacerlos. Yo sé que son capaces de hacerlo!


Un apóstol es siempre, en primer lugar y más que nada, un misionero. Por esa razón, es con especial placer que me dirijo a ustedes como mis consiervos en esta magnífica obra de los últimos días.

enseñanza misioneros

Fotografías e ilustraciones fotográficas por Church Publishing Services



¿Qué es un Misionero según Predicad Mi Evangelio?

Un misionero según Predicad Mi Evangelio es un siervo del Señor, llamado por profecía y autorizado por la imposición de manos, que proclama el evangelio restaurado y eterno del Salvador en la manera que Él ha indicado (véase D. y C. 50:13–14, 17–24; D. y C. 68:1).

El propósito fundamental de un misionero, tal como se describe en Predicad Mi Evangelio es “invitar a las personas a venir a Cristo al ayudarlas a que reciban el Evangelio restaurado mediante la fe en Jesucristo y en Su expiación, el arrepentimiento, el bautismo y la recepción del don del Espíritu Santo, y a perseverar hasta el fin”1.

La responsabilidad sagrada de proclamar el Evangelio con autoridad y de administrar las ordenanzas salvadoras ha estado en vigor desde que Adán fue expulsado del Jardín de Edén y continuará hasta que “el gran Jehová diga que la obra está concluida”2.

Requisitos para ser Misioneros predicar mi evangelio

Quiero hablar de cinco requisitos básicos para convertirse en Predicad Mi Evangelio misioneros.

Requisito 1:

Según Predicad Mi Evangelio, los misioneros entienden que sirven y representan a Jesucristo.

Cristo y Pedro

¿Me amas más que éstos? por David Lindsley
Los misioneros según Predicad Mi Evangelio saben y entienden a quién representan, por qué prestan servicio y lo que tienen que hacer. A los misioneros de tiempo completo se nos llama y aparta como siervos y representantes del Señor Jesucristo; testificamos de Su nombre y de la realidad, divinidad y misión de Jesucristo a toda nación, tribu, lengua y pueblo (véase D. y C. 133:37).
Amamos al Señor; lo servimos; lo seguimos; lo representamos.
Sus propósitos deben ser nuestros propósitos; Sus intereses nuestros intereses; Su obra nuestra obra; Sus vías nuestras vías. Su voluntad debe convertirse cada vez más en nuestra voluntad.
Como representantes del Redentor, predicamos sencilla y claramente las doctrinas y los principios fundamentales de Su evangelio restaurado, sin presentar opiniones ni hipótesis personales. Proclamamos y testificamos la verdad restaurada y clara a la manera del Señor y por el poder de Su Espíritu.
Los misioneros según Predicad Mi Evangelio entienden que la responsabilidad de representar al Salvador y de testificar de Él nunca acaba. Les pido que recuerden al Salvador en todo lo que piensen, en todo lo que hagan y en todo lo que se esfuercen por llegar a ser, y que lo representen en forma apropiada ante todos los hijos del Padre Celestial con quienes tengan contacto ahora y siempre.

Requisito 2:

Según Predicad Mi Evangelio, los misioneros son dignos.

muchacho que ruega
Un requisito esencial para llegar a ser un misionero según Predicad Mi Evangelio es ser digno ante el Salvador.

Permítanme explicar varias verdades sencillas tan claramente como me sea posible.

  • Somos representantes autorizados del Redentor y Salvador del mundo.
  • Se nos ha llamado para proclamar Su evangelio restaurado y eterno.
  • No podemos estar contaminados con las manchas del mundo y al mismo tiempo representarlo con autoridad y actuar con poder en Su santo nombre.
  • No podemos ayudar a los demás a vencer el cautiverio del pecado si nosotros mismos estamos enredados en él (véase D. y C. 88:86).
  • No podemos enseñar a nadie a arrepentirse si nosotros mismos no hemos aprendido a arrepentirnos de forma apropiada y completa.
  • Podemos proclamar y predicar con poder sólo aquello que nosotros mismos estemos esforzándonos por llegar a ser.
  • Seremos responsables ante Dios de nuestros deseos justos y nuestra dignidad para actuar como Sus agentes.

En este momento no se nos exige que seamos perfectos, pero se nos manda ser puros y andar rectamente ante el Redentor de Israel. “Sed limpios, los que lleváis los vasos del Señor” (D. y C. 38:42).

El arrepentimiento es un principio de esperanza y sanidad, no de desaliento y desconsuelo; hace que nos humillemos pero no es aterrador. Es exigente y reconfortante al mismo tiempo, severo y tranquilizador. El arrepentimiento es un don inestimable que es posible gracias a la Expiación de Aquél a quien amamos, servimos y seguimos.

Aunque hayan cometido pecados graves, mediante la expiación de Jesucristo y el arrepentimiento sincero, han sido limpiados o pueden volver a ser limpios y dignos.

Hay jóvenes que todavía tienen cosas de las que deben arrepentirse; éste es el momento de hacerlo. Les ruego, les suplico de todo corazón que no demoren el día de su arrepentimiento.

Hay jóvenes que se han arrepentido y continúan arrepintiéndose, y se preguntan si habrán hecho todo lo necesario para que el Señor los acepte (véase D. y C. 97:8). Les pido que recuerden que Él exige que sean limpios pero no perfectos. El hecho de que el Espíritu Santo esté presente en su vida nuevamente es una señal segura de que el Señor los ha perdonado “porque el Espíritu del Señor no habita en templos inmundos” (Helamán 4:24); y reconozcan que el mandato de “perdonar a todos los hombres” (D. y C. 64:10) incluye el perdonarse a sí mismos.

Los misioneros según Predicad Mi Evangelio son discípulos del Señor Jesucristo que honran los convenios y obedecen los mandamientos. Les pido que siempre se acuerden de Él y que sean puros y dignos de representarlo.

Requisito 3:

Según Predicad Mi Evangelio, los misioneros atesoran las palabras de vida eterna.

Escrituras de lectura del muchacho
Los invito a atesorar “constantemente en [sus] mentes las palabras de vida” (D. y C. 84:85). El atesorar las palabras de vida eterna va más allá de limitarse a estudiarlas o memorizarlas, del mismo modo que deleitarse “en la palabra de Cristo” (2 Nefi 31:20; véase también 2 Nefi 32:3) es mucho más que probarla o comer un bocado. La idea de atesorar me hace pensar en concentrarse y esforzarse, explorar y absorber, meditar y orar, aplicar y aprender, valorar y apreciar, así como disfrutar y regocijarse.

Recuerden que los hijos de Mosíah —cuatro misioneros extraordinarios llamados Ammón, Aarón, Omner e Himni— “se habían fortalecido en el conocimiento de la verdad; porque eran hombres de sano entendimiento, y habían escudriñado diligentemente las Escrituras” (Alma 17:2).

Esos valientes misioneros ciertamente atesoraron las palabras de vida eterna continuamente. No descuidaron el estudio de las Escrituras individual y como compañeros ni se limitaron a hacerlo mecánicamente. El conocimiento y la comprensión espirituales penetraron profundamente su alma, y el poder del Espíritu Santo confirmó en su corazón la verdad de las doctrinas y los principios del Evangelio.

Como representantes del Salvador, ustedes y yo tenemos la responsabilidad continua de trabajar con diligencia y de grabar en nuestro corazón y mente las doctrinas y los principios fundamentales del Evangelio restaurado, especialmente los del Libro de Mormón. Si lo hacemos, la bendición que se nos promete es que el Espíritu Santo nos “recordará todo” lo que Él nos ha dicho (Juan 14:26) y nos dará poder al enseñar y testificar. Sin embargo, el Espíritu sólo puede actuar en nosotros y por nuestro intermedio si tiene algo en qué basarse; no le es posible recordarnos algo que no hayamos aprendido (véase Alma 31:5).

Los misioneros según Predicad Mi Evangelio atesoran continuamente las palabras de vida eterna, confían en la virtud de la palabra y tienen en ellos el poder de la palabra. Les ruego que siempre se acuerden de Él, sean siempre dignos de representarlo, atesoren la virtud de la palabra y confíen en ella.

Requisito 4:

Según Predicad Mi Evangelio, los misioneros entienden que el Espíritu Santo es el supremo y verdadero maestro.

misioneras que estudian
El Espíritu Santo es el tercer miembro de la Trinidad; Él es el testigo de toda verdad y el verdadero y supremo maestro. Las lecciones que enseñamos y los testimonios que expresamos tienen por objeto preparar al investigador para actuar y aprender por sí mismo.

Como misioneros, una de las funciones más importantes que tenemos es invitar a los investigadores a ejercer su albedrío moral y a actuar de acuerdo con las enseñanzas del Salvador. El establecer compromisos espirituales y cumplirlos, tales como orar pidiendo un testimonio de la verdad, estudiar el Libro de Mormón y orar al respecto, asistir a las reuniones de la Iglesia y guardar los mandamientos, exige que el investigador ejerza fe, actúe y cambie.

No importa cuán diligentemente sirvamos, ustedes y yo simplemente no podemos empujar ni forzar la verdad en el corazón de los investigadores; nuestros mejores esfuerzos sólo pueden llevar el mensaje de la verdad al corazón de las personas (véase 2 Nefi 33:1); en definitiva, es el investigador quien tiene que actuar rectamente y así invitar la verdad para que entre en su corazón. Únicamente de ese modo los buscadores sinceros de la verdad y los nuevos conversos pueden adquirir la capacidad espiritual para encontrar respuestas por sí mismos.

Puesto que tenemos la responsabilidad de ayudar a los investigadores a que aprendan por la fe y por el poder del Espíritu Santo, esta obra no se trata nunca ni de ustedes ni de mí. Debemos hacer todo lo posible por cumplir nuestra obligación misional y, al mismo tiempo, “quitarnos de en medio” para dejar que el Espíritu Santo cumpla con Su función y obra sagradas. De hecho, cualquier cosa que hagamos como representantes del Salvador y que a sabiendas e intencionalmente atraiga atención sobre nuestra persona, ya sea en los mensajes que presentemos, en los métodos que empleemos o en nuestra conducta o apariencia, es una forma de superchería que impide que la enseñanza del Espíritu Santo sea eficaz.

“…¿la predica por el Espíritu de verdad o de alguna otra manera? Y si es de alguna otra manera, no es de Dios” (D. y C. 50:17–18).

Les ruego que siempre se acuerden de Él, que sean dignos de representarlo, que atesoren Su palabra y que dejen que el Espíritu Santo, el Maestro verdadero y supremo, testifique de toda verdad.

Requisito 5:

Según Predicad Mi Evangelio, los misioneros entienden que la enseñanza es mucho más que hablar y decir.

enseñanza misioneros
Mientras se encontraba en el Monte de los Olivos, el Salvador dijo: “…no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis; sino lo que os sea dado en aquella hora, eso hablad, porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo” (Marcos 13:11).

En los primeros días de esta dispensación, el Salvador instruyó a los misioneros diciéndoles: “abrid vuestra boca y será llena” (D. y C. 33:8, 10), y “…alzad vuestra voz a este pueblo; expresad los pensamientos que pondré en vuestro corazón, y no seréis confundidos delante de los hombres; porque os será dado en la hora, sí, en el momento preciso, lo que habéis de decir” (D. y C. 100:5–6).

Estos pasajes hacen hincapié en el modelo más exigente y exacto para predicar y ayudar a los investigadores a aprender la verdad. Los misioneros según Predicad Mi Evangelio saben que no enseñamos lecciones, enseñamos a las personas; no nos limitamos a presentar o recitar mensajes memorizados de temas del Evangelio, sino que invitamos a los que buscan la verdad a experimentar el potente cambio de corazón. Comprendemos que el hablar y exponer solamente no es enseñar.

El predicar el Evangelio a la manera del Señor implica observar, escuchar y discernir como requisitos previos a hablar. La secuencia de estos cuatro procesos relacionados entre sí es importante; fíjense que el observar y escuchar activamente preceden al discernimiento, y que observar, escuchar y discernir anteceden a hablar. El empleo de ese modelo permite a los misioneros reconocer las necesidades de los investigadores y enseñarles de acuerdo con ellas.

Al observar, escuchar y discernir, se nos dará “en la hora precisa la porción que le será medida a cada hombre” (D. y C. 84:85): las verdades que se deben recalcar y las respuestas que se apliquen a las circunstancias del investigador en particular. Sólo si observamos, escuchamos y discernimos puede el Espíritu guiarnos para decir y hacer lo que sea más conveniente para aquellos a quienes prestemos servicio.

Observar es una preparación esencial para recibir el don espiritual del discernimiento, el cual es ver con ojos espirituales y sentir con el corazón, o sea, ver y percibir la falsedad de una idea, lo bueno de alguna persona o el siguiente principio que es preciso para ayudar al investigador. Discernir es oír con oídos espirituales y sentir con el corazón, o sea, oír y percibir en un comentario o una pregunta la inquietud no expresada, la veracidad de un testimonio o doctrina, o la tranquilidad y la paz que se reciben por el poder del Espíritu Santo.

!Ustedes pueden hacerlo!

misioneros a pie
Al leer mis palabras, tal vez crean que todos los demás jóvenes pueden hacer y harán lo que he descrito, pero quizás se pregunten si ustedes son capaces de hacerlo. Les ruego que me escuchen: ¡Ustedes pueden hacerlo!

Si se cumpliera el deseo de mi corazón, dedicaría unos momentos a cada uno de ustedes individualmente. Les estrecharía la mano, los acercaría más a mí, los miraría a los ojos y les diría: “¡Tú puedes hacer esto! El Señor a quien representas y a quien sirves sabe que puedes hacerlo, y yo también lo sé. Y, como Su siervo, te prometo que recibirás Su ayuda. Te ruego que recuerdes siempre que con Su ayuda y Su fortaleza, ¡tú puedes hacerlo!”.

Los amo y ruego que al esforzarse por llegar a ser lo que deben ser, reconozcan la voz y la guía del Señor y respondan con fe; entonces verdaderamente se convertirán en representantes poderosos y eficaces del Señor Jesucristo.

    Notas

  1.   Predicad Mi Evangelio: Una guía para el servicio misional, 2004, pág. 2.
  2.   Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 473. 
  3. LINK: https://www.lds.org/liahona/2013/10/youth/becoming-a-preach-my-gospel-missionary?lang=spa&query=