Boyd K. Packer Acting President of the Quorum of the Twelve Apostles

“Todos
cometemos errores. . . Es entonces algo natural que sintamos culpa, humillación
y sufrimiento que, por nosotros mismos, no podemos curar. Entonces es cuando el
poder sanador de la Expiación nos ayudará”.
Este hecho de
sostener a los oficiales constituye una gran protección para la Iglesia. El
Señor mandó:”. . .a ninguno le será
permitido salir a predicar mi evangelio ni a edificar mi iglesia, a menos que
sea ordenado por alguien que tenga autoridad, y sepa la iglesia que tiene
autoridad, y que ha sido debidamente ordenado por las autoridades de la
iglesia” 1. De esa forma, los
miembros de la Iglesia, en cada una de sus organizaciones y a través de todo el
mundo, saben quiénes son los verdaderos mensajeros.
Mi intención hoy es
aliviar el dolor de aquellos que sufren del desagradable sentimiento de
culpabilidad. Me siento como el médico que comienza su tratamiento diciendo:
“Bueno, quizás esto habrá de dolerle un poquito. . .”
Cada uno de nosotros
ha experimentado al menos un malestar de conciencia después de cometer errores.
Juan dijo que “Si decimos que no tenemos pecado, nos
engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” 2. Y luego lo expresó
con mayor firmeza: “Si decimos que no
hemos pecado, le hacemos [al Señor] mentiroso, y su palabra no está en
nosotros” 3.
A veces todos
nosotros, y muchas veces algunos de nosotros, sufrimos el remordimiento de
conciencia a raíz de haber hecho algo malo o de no haber hecho ciertas cosas.
Tal sentimiento es para el espíritu lo que el dolor es para el cuerpo.
Pero la culpa puede
ser más difícil de soportar que el dolor físico. El dolor físico es el método
natural de precaución que nos advierte que hay algo que debemos cambiar,
limpiar o atender, y quizás hasta remover mediante cirugía. La culpa, el dolor
de conciencia, no se puede sanar de tal manera.
Si están agobiados
con deprimentes sentimientos de culpabilidad, desaliento, fracaso o vergüenza,
hay un remedio para eso. No es mi intención herir sus tiernos sentimientos,
sino ayudarles y ayudar a sus seres amados. Los profetas nos enseñan cuán
dolorosa puede ser la culpabilidad. Al leerles lo que ellos han dicho,
prepárense para escuchar palabras muy fuertes. Y aun así, no he de leerles las
cosas más fuertes que han pronunciado.
El profeta Alma, al
describir sus sentimientos de culpabilidad, dijo:”. . .me martirizaba un tormento eterno, porque mi alma estaba
atribulada en sumo grado, y atormentada por todos mis pecados” 4.
Los profetas han
escogido palabras muy descriptivas.
Martirizado significa
“torturado” 5. En la antigüedad,
era algo común que se martirizara a los acusados recostándolos sobre un
enrejado de cremallera con las muñecas y los tobillos amarrados de manera que
pudieran ser distendidos hasta causarles un dolor insoportable.
En otros casos, para
tal suplicio utilizaban una especie de rastra como la que se usa para nivelar
la tierra después de ararla. Con frecuencia, las Escrituras hablan de almas y
conciencias “atormentadas” por la culpabilidad 6.
Atormentado significa
“retorcer”, otro medio de tortura tan dolorosa que hasta los inocentes
confesaban sin ser culpables 7.
Los profetas hablan
de “la hiel de amargura” 8 y con frecuencia comparan
el dolor de la culpa con el fuego y el azufre.
El rey Benjamín dijo
que los malvados “serán consignados al
horrendo espectáculo de su propia culpa y abominaciones, que los hará
retroceder de la presencia del Señor a un estado de miseria y tormento sin fin”
9.
El profeta José Smith
dijo: “El hombre se atormenta y se
condena a sí mismo. . . En la mente del hombre [o de la mujer] el tormento
causado por el engaño es tan intenso como 'un lago que arde con fuego y azufre'”
10.
Ese lago de fuego y
azufre, cuyas llamas son inextinguibles, es la descripción que las Escrituras
dan del infierno 11.
Imagínense si no
hubiera remedio, si no hubiera manera de aliviar el dolor espiritual ni de
eliminar la agonía de la culpa; si cada error, cada pecado, se agregara a otros
con atribulación, con tormento interminable. Hay demasiadas personas entre
nosotros que, sin necesidad, soportan la carga de la culpabilidad y la
vergüenza.
Las Escrituras nos
enseñan que”. . .es preciso que haya una
oposición en todas las cosas”. Si no fuera así,”. . .no se podría llevar a
efecto la rectitud ni la iniquidad” 12; no habría felicidad, ni gozo, ni redención.
El tercer Artículo de
Fe nos enseña: “Creemos que por la
Expiación de Cristo, todo el género humano puede salvarse, mediante la
obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio”. La Expiación nos ofrece
el ser redimido de la muerte espiritual y del sufrimiento que los pecados
causan.
Por alguna razón
pensamos que la expiación de Cristo se aplica solamente al final de la vida
mortal para redimirnos de la Caída, de la muerte espiritual, pero es mucho más
que eso. Se trata de un poder en constante vigencia al que podemos recurrir a
diario. Cuando estamos siendo atormentados, atribulados o torturados por la
culpa o agobiados por las tribulaciones, él puede sanarnos. Aunque
no entendamos cabalmente cómo fue realizada la expiación de Cristo, podemos,
sí, experimentar “la paz de Dios, que sobrepasa todo
entendimiento” 13.
El plan del Evangelio
es “el gran plan de felicidad” 14. Es contrario a la
naturaleza de Dios y a la naturaleza misma del hombre encontrar la felicidad en
el pecado. ”. . .la maldad nunca fue
felicidad” 15.
Sabemos que algo de
la ansiedad y la depresión que sentimos resulta de ciertos desórdenes físicos,
pero mucho de ello (tal vez la mayor parte) no proviene de dolores del cuerpo
sino del espíritu. El dolor espiritual que la culpa ocasiona puede remplazarse
con la tranquilidad de conciencia.
A diferencia de las
duras palabras que condenan el pecado, escuchen las palabras tranquilizantes y
sanadoras de la misericordia que atenúan las palabras más severas de la
justicia.
Alma dijo: “Mi alma ha sido redimida de la hiel de
amargura, y de los lazos de iniquidad. Me hallaba en el más tenebroso abismo;
mas ahora veo la maravillosa luz de Dios. Atormentaba mi alma un suplicio
eterno; mas. . . mi alma no siente más dolor” 16.
“. . . me acordaba de todos mis pecados e
iniquidades, por causa de los cuales yo era atormentado con las penas del
infierno. . .
“Y. . . mientras así me agobiaba este tormento, mientras me atribulaba
el recuerdo de mis muchos pecados, he aquí, también me acordé de haber oído a
mi padre profetizar al pueblo concerniente a la venida de un Jesucristo, un
Hijo de Dios, para expiar los pecados del mundo.
“Y al concentrarse mi mente en este pensamiento, clamé dentro de mi
corazón: ¡Oh Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mí que estoy en la hiel
de amargura, y ceñido con las eternas cadenas de la muerte!
“Y he aquí que cuando pensé esto, ya no me pude acordar más de mis
dolores; sí, dejó de atormentarme el recuerdo de mis pecados.
“Y ¡oh qué gozo, y qué luz tan maravillosa fue la que vi! Sí, mi alma se
llenó de un gozo tan profundo como lo había sido mi dolor” 17.
Todos cometemos
errores. A veces nos perjudicamos a nosotros mismos y ofendemos seriamente a
otros de maneras que no podemos remediar a solas. Destrozamos cosas que no
podemos reparar por nosotros mismos. Es entonces algo natural que sintamos
culpa, humillación y sufrimiento que, por nosotros mismos, no podemos curar.
Entonces es cuando el poder sanador de la Expiación nos ayudará.
El Señor dijo:”. . .he aquí, yo, Dios, he padecido estas cosas
por todos, para que no padezcan, si se arrepienten” 18.
Si Cristo no hubiera
llevado a cabo Su expiación, los castigos de nuestros errores se acumularían
uno sobre otro. La vida carecería de esperanza. Pero él se sacrificó
voluntariamente a fin de que pudiéramos ser redimidos. Y dijo: “He aquí, quien se ha arrepentido de sus
pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más” 19.
Ezequiel dijo: “si el impío restituyere la prenda,
devolviere lo que hubiere robado, y caminare en los estatutos de la vida, no
haciendo iniquidad, vivirá ciertamente y no morirá.
“No se le recordará ninguno de sus pecados” 20.
Piensen en eso, ¡ni
siquiera serán recordados!
Inclusive podemos “[retener] la remisión de [nuestros] pecados”
21. El bautismo por
inmersión es para la remisión de nuestros pecados. Y ese convenio puede
renovarse al participar cada semana de la Santa Cena 22.
La Expiación
tiene un valor práctico, personal y constante; aplíquenlo en su vida. Esto puede hacerse comenzando con algo tan sencillo como la oración.
No es que después estarán libres de problemas o errores, sino que podrán eliminar la culpabilidad por medio del arrepentimiento y vivir
en paz.
Ya he citado el
tercer Artículo de Fe. Éste contiene dos partes: “Creemos que por la Expiación de Cristo, todo el género humano puede
salvarse, [y entonces menciona las condiciones] mediante la obediencia a las
leyes y ordenanzas del Evangelio”.
La justicia requiere
que haya un castigo 23. La culpa no se
exime sin dolor. Hay leyes que obedecer y ordenanzas que recibir, y también
castigos que sufrir.
El
dolor físico requiere un tratamiento y un cambio en el modo de vivir.
Y así
es con el dolor espiritual. Debe haber arrepentimiento y disciplina, principalmente
autodisciplina. Pero a fin de restablecer nuestra inocencia
después de serias transgresiones, es
menester que las confesemos a nuestro obispo, quien es el juez designado.
El Señor ha
prometido: “Os daré corazón nuevo, y
pondré espíritu nuevo dentro de vosotros” 24. Esa
cirugía espiritual del corazón, tal como en el cuerpo físico, puede causarnos
dolor y requerir un cambio en nuestros hábitos y nuestra conducta. Pero en
ambos casos, la recuperación nos brinda una vida renovada y tranquilidad de
conciencia.
Cuando los cielos
fueron abiertos y el Padre y el Hijo se presentaron ante José Smith, el Padre
pronunció estas palabras: “éste es mi
Hijo Amado: ¡Escúchalo!” 25.
Se recibió una revelación tras otra y así se organizó La Iglesia de Jesucristo
de los Santos de los Últimos Días 26. El Señor mismo declaró que era “la Única
iglesia verdadera y viviente sobre la faz de toda la tierra” 27.
Pedro, Santiago y
Juan restauraron el sacerdocio mayor y Juan el Bautista restauró el Sacerdocio
Aarónico. La plenitud del Evangelio fue revelada.
Después de las
revelaciones ya recibidas y que aún se recibirán para Su Iglesia, todo lo que
se ha impreso, predicado, cantado, edificado, enseñado o transmitido ha sido
hecho a fin de que los hombres, las mujeres y los niños puedan reconocer la
influencia redentora de la expiación de Cristo en su vida diaria y vivir en
paz.
Él dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy” 28.
Como uno de Sus
Apóstoles, doy testimonio de él y del poder siempre presente de Su Expiación.
Desde aquellas
excelsas palabras de justicia y misericordia y de admonición y esperanza en los
versículos de las Escrituras, quiero ahora pasar a los versos de un simple poema
con el mismo mensaje:
Estropeado
y marcado por el tiempo,
No
despertó interés en el subastador,
más él,
disimulando y sonriendo,
tomó el
viejo violín y a todos lo mostró.
“¡Qué
me ofrece, por este instrumento!
¡Quién
va a ser el mejor postor?”, preguntó.
“Un
dólar, uno. ¿Alguno ofrece dos?
¡Dos
dólares! ¡Ah, alguien tres ofreció!
¡Tres
dólares, tres! Por tres el violín doy. . .”
Entonces,
un anciano de cabello gris
se
acercó lentamente, el arco levantó,
quitando
el polvo al vetusto violín
las
cuerdas flojas con cuidado ajustó,
y una
melodía dulce dejó oír
que
cual son de ángeles a todos pareció.
Al
morir las notas, el subastador
con
grave y mesurada voz preguntó:
“Ahora,
¡cuánto dan por este violín!”
Y en
alto el instrumento levantó.
“Mil
dólares allí. ¿Alguien me da dos mil?
¡Dos
mil, dos mil! ¿Y quién me ofrece más?
¡Ah,
tres mil! ¡Por tres mil el violín se va!”
Hubo
ovaciones, pero alguien preguntó:
“Y,
¿cómo puede ser? Si no valía nada,
¿por
qué de pronto su valor aumentó?”
Y al
punto se oyó la respuesta muy clara:
“Es que
la mano de un Maestro lo tocó”.
Muchos
hay que, con desafinada vida,
marcada
y estropeada del pecado, al fin
a la
malvada multitud se ofrecen
al más
bajo precio, como el viejo violín,
por “Un
plato de lentejas”, una copa de vino
o un
juego de necios, al mejor postor.
“¡Se
vende! ¡Se vende! ¡Y ya está vendido!”
exclama
contento el subastador.
Mas
viene el Maestro, y los insensatos
“No lo
entiendo”, dicen, pues nadie captó
el
valor de un alma y el cambio forjado
cuando
la mano del Maestro la tocó. 29
En el nombre de
Jesucristo. Amén.
Referencias:
1. D. y C. 42:11.
2. 1 Juan 1:8.
3. 1 Juan 1:10
4. Alma 36:12;
cursiva agregada.
5. Véase Mosíah
27:29; Alma 36:12, 16–17; Mormón 9:3.
6. Véase 2 Nefi 9:47;
Alma 14:6; 15:3; 36:12, 17, 19; 39:7.
7. Véase Mosíah 2:39;
3:25; 5:5; Moroni 8:21.
8. Véase Alma 41:11;
Hechos 8:23; Mosíah 27:29; Alma 36:18; Mormón 8:31; Moroni 8:41.
9. Mosíah 3:25.
10. Deseret News, 8
de julio de 1857, 138.
11. Véase Apocalipsis
20:10; 21:8; 2 Nefi 9:16, 19, 26; 28:23; Jacob 3:11; 6:10; Mosíah 3:27; Alma
12:17; 14:14; D. y C. 63:17; 76:36.
12. 2 Nefi 2:11.
13. Filipenses 4:7.
14. Alma 42:8.
15. Alma 41:10; véase
también el versículo 11.
16. Mosíah 27:29.
17. Alma 36:13,
17–20.
18. D. y C. 19:16.
19. D. y C. 58:42;
véase también Hebreos 8:12; 10:17.
20. Ezequiel
33:15–16.
21. Mosíah 4:12;
véase también 2 Nefi 25:26; 31:17; Mosíah 3:13; 4:11; 15:11; Alma 4:14; 7:6;
12:34; 13:16; Helamán 14:13; 3 Nefi 12:2; 30:2; Moroni 8:25; 10:33.
22. Véase D. y C.
27:2.
23. Véase Alma
42:16–22.
24. Ezequiel 36:26.
25. JS--H 1:17
26. Véase D. y C.
115:4.
No hay comentarios:
Publicar un comentario